viernes, 11 de diciembre de 2009

Palabras

Y entonces tratas de encontrar las palabras adecuadas, que sean sofisticadas, sobrias pero al mismo tiempo simples.
La palabra perfecta para explicar lo que sientes.
¿Aunque no tienen más utilidad que la mera literatura estética, trate de lo que se trate?
Cuando son acciones, las palabras y conceptos solo sirven para ganar tiempo y un poco mas de valor antes de actuar, ¿para qué más existiría la frase “me suicidare” por ejemplo? Es obvio que cuando hay más de una persona en el acto comunicativo puede funcionar como confesión, incluso como amenaza dependiendo del caso. Pero en lo más profundo de nuestras mentes lo que buscamos poniéndole nombre al acto es ganar un poco más de tiempo para evaluar las implicancias del acto y quizás un poco más de tiempo para arrepentirse.
Cuando se trata de cosas materiales, vamos en búsqueda de cubrir una de nuestras necesidades más básicas, que es la vida en sociedad. le damos nombre a una cosa para que en un determinado grupo o colectividad este nombre sea utilizado uniformemente en las relaciones sociales, políticas, económicas, etc. Por ejemplo, el nombre de cierta herramienta de trabajo manual que sirve para colocar clavos llamada martillo, no es sino un término acuñado para evitarnos dar esta larga descripción de la cosa en las relaciones laborales.
Cuando se trata de sentimientos la cosa es muy complicada, tratar de ponerle nombre a los sentimientos es tan impreciso, tan subjetivo. De ahí que en un gran porcentaje de veces sirva solo para aliviar nuestras consciencias a costa de la confusión del destinatario de aquel sentimiento, sea uno mismo o un tercero. Ponerle palabras a un sentimiento es delimitarlo, por ende ponerle limites, muchas veces significa quitarle la posibilidad de que este siga creciendo. Pero esa magnitud de expansión nos aterra, porque no sabemos hasta dónde puede llegar el amor o el odio que sentimos llegar a sentir.

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